martes, 20 de julio de 2010

La receta para la crisis...

Entrevista | Vicente Salas, consejero ejecutivo del Banco de España

Nacido en Albelda, en la ribera del Cinca, Vicente Salas ha sido profesor desde 1978, y es hoy catedrático de Organización de Empresas en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Zaragoza. Desde 2006 forma parte de la comisión ejecutiva del Banco de España.


Se dice que tenemos que hacer recortes para defendernos de los ataques de los mercados. Pero ¿qué son esos ataques, en qué consisten?

Los Estados necesitan dinero y emiten bonos, títulos de deuda pública, que se los compran los llamados fondos de inversiones. Los ataques consisten en que éstos venden. En lugar de comprar o no hacer nada, empiezan a vender al mercado títulos emitidos por un país, bien sean de instituciones públicas o privadas. Esta es la dinámica normal. Luego hay operaciones más arriesgadas, como vender títulos que no se tienen porque se espera que se podrán comprar más tarde a un precio más bajo del que tienen ahora…

Si venden a la baja nos perjudica...

En principio no, para los títulos que ya estén emitidos. Pero es importante para las emisiones nuevas, porque los precios a que se hacen las transacciones en el mercado secundario (para entendernos, la Bolsa) marcan los precios y, por tanto, los tipos de interés que se tendrán que pagar cuando se hagan nuevas emisiones. Si Alemania quiere hacer una emisión de bonos a diez años, emite deuda por debajo del 3%. Si España quiere colocar sus bonos tiene que ofrecer más de 4 para que alguien se los compre. Por tanto, cuanto más sube el tipo al que tienes que colocar la deuda, quiere decir que al ciudadano español le sale más cara porque tendrá que pagar más intereses por esa deuda.

Pero ¿quiénes son esos prestamistas? ¿Tan poderosos son para determinar así el futuro de un país?

Por ejemplo, el fondo de los sindicatos de trabajadores públicos de California, que se llama Calpers; es muy conocido en el mundo, gestiona los planes de pensiones de esos trabajadores y mueve un volumen enorme de dinero. Pero hay muchos: si un millón de personas han colocado mil euros de ahorro en un mismo fondo, pues ese fondo tiene mil millones de euros para invertir, para comprar y vender. Otro muy activo: el Estado de Noruega tiene un fondo que gestiona todas las rentas que le da el petróleo del mar del Norte. Países emergentes, con recursos petrolíferos que ingresan muchísimo dinero, pues lo colocan en fondos...

Al margen de los gobiernos...

Éstos son compradores, los gobiernos son vendedores, necesitan fondos, y éstos se los dan con el interés que quieren en función del riesgo que perciben. Nos podemos preguntar por qué, cuando las cosas iban bien, a España le prestaban al mismo tipo de interés que a Alemania, y ahora nos prestan a un punto y medio más caro. Pues porque los que tienen que decidir en qué invierten tienen menos confianza en las posibilidades de la economía española para devolver los préstamos que hace cinco años.

¿Eso es la crisis: una cuestión de confianza?

Hay muchas versiones de por qué se ha producido esta crisis. Es verdad que se manifiesta a partir de las crisis en las que entran determinados bancos de inversión que, en un momento determinado, acumulan muchas pérdidas. Si no se actuaba hubieran ido a la quiebra, arrastrando a la economía mundial. A partir de ahí hay una sensación de crisis, y esa sensación precipita muchas decisiones. Ya no estamos diciendo que la crisis exista o no, basta con que la gente piense que pueda perder para que tomen decisiones por intentar evitarlo. En este mundo financiero esas decisiones las toman millones de personas en un instante.

¿En un instante?

Sí, porque se hace con unas teclas. Millones de personas haciendo operaciones, algunos de ellos con volúmenes muy importantes, pueden trastocar el sistema en un instante.

Con un dedico.

Y hay que reaccionar en un instante también. A veces conscientes de que no se toma la decisión que a uno le hubiera gustado tomar, sino la que en ese instante era la única posible. Entonces, la duda que puede existir, al menos para mí, es si lo que desencadenó estas pérdidas –que precipitaban operaciones de venta y que hubo que parar con intervenciones públicas, garantizando toda la deuda de los valores bancarios en todos los países del mundo– fue estrictamente por errores o por decisiones viciadas. Es decir, si se tomaban sabiendo que si ganaban era porque hacían daño a otros (porque para ganar tú, otro que sabes quién es tiene que perder) o simplemente fueron errores de gestión.

El vicio parece la codicia. Pero ¿qué errores?

La gente dio crédito bajo la hipótesis de que las viviendas no iban a devaluarse. Si tú das préstamos para financiar vivienda bajo esa premisa y no se cumple, eso no es un vicio, es un error de gestión; te has equivocado a la hora de analizar el entorno. Ahora, como eso tiene un efecto de contaminación tan fuerte, al final hay que actuar. No actuar hubiera significado que se hubiera colapsado el sistema financiero. Salvar al sistema, a un banco para ser más precisos, significa garantizar que a quienes les debe dinero el banco les va a pagar. Si miramos el pasivo de un banco, el 5% son los accionistas que toman, obviamente, las decisiones, pero el 95% del dinero que se salva es del pequeño ahorrador. Lo que pasa es que de paso se salva a ese 5%. A lo mejor no se lo merece porque ha tomado decisiones equivocadas.

Ahora que ha estallado, ¿cómo se hinchó esta burbuja de ladrillos? ¿No se veía venir?

Hay gente que sí que alertó. Yo reconozco que hubo errores en la valoración de los riesgos del elevado endeudamiento, errores que me aplico a mí mismo como persona que pudiera tener responsabilidades en esta materia como consejero del Banco. Teníamos que haberlo hecho mejor. Todo empezó con la entrada de España en la unión monetaria, en el euro. Antes de entrar, España tenía un determinado riesgo como país; los alemanes colocaban deuda al 3% de interés, y nosotros al 6%. Cuando España entra en el euro, la economía mundial nos coloca al mismo nivel de riesgo que a Alemania. De tener un tipo de interés al 6 pasamos a tenerlo al 3. Y el mundo está dispuesto a prestarnos al 3%. Y ¿dónde es más importante esa disminución? Pues en aquellos bienes que tienen una vida útil más larga, porque que te baje el tipo de interés así tiene más impacto en un bien con 20 años de vida útil, es decir, en vivienda, en suelo, que tienen en principio una vida útil indefinida. Y al entrar en el euro y bajar los tipos se multiplica el valor de todos los bienes reales españoles prácticamente por dos.

Vaya negocio.

Menudo negocio, efectivamente. La gente vio que los inmuebles se habían multiplicado por dos. ¿Qué hace la gente? Empezar a producir inmuebles. ¿Por qué? Porque valen más. Entramos con tal fuerza a producir inmuebles que al final llegamos a producir 800.000 viviendas en un año. Con dos millones de viviendas más habríamos tenido suficiente. Pero se empezaron cuatro millones. Cuando el mercado se dio cuenta de que había cuatro y sólo se necesitaban dos, estalla la burbuja. La burbuja existe mientras la gente quiere casas que no están, quiere y no tiene, y como la casa tarda un tiempo en hacerse, hay un tiempo en que los precios están inflados. En coches no puede haber una burbuja, porque si el precio de los coches empieza a subir, automáticamente te inundan de coches el mercado. Pero el mercado de casas no te lo inundan en una tarde.

Vaya, vaya... Y dices que el precio de la vivienda cae en todo el mundo.

El mundo anglosajón tenía unos tipos muy bajos… ¿Por qué? Porque, al mismo tiempo que ocurre todo esto, se produce una expansión muy fuerte de la capacidad de producir en los países emergentes: China, Brasil, Rusia…Y cualquier incremento de demanda que tuvieran los americanos se satisfacía con costes bajos porque, simplemente, se ponía a producir a más chinos. Se podía incrementar el consumo de cualquier bien sin que aumentara el precio porque tenías una oferta que respondía muy rápido, ya que estaba creciendo por la entrada de estos países en la economía mundial. Para mí ese es el origen de la crisis: el momento en que los bancos centrales tienen que subir los tipos, en 2006 y 2007, porque hubo una subida muy importante en los precios de las materias primas, petróleo, alimentos..., que amenazaban la inflación en todo elmundo.

Se dijo que eran movimientos especulativos.

En mi opinión pasó que nos dimos cuenta de que no teníamos recursos naturales, incluidos los medioambientales, para sostener el ritmo de crecimiento de la economía mundial en aquel momento. Había un freno al crecimiento ligado a las restricciones medioambientales y de los recursos. La expectativa de inflación baja cambió. Y al cambiar suben los tipos de interés en todo el mundo. Esa subida fue la que hizo caer los valores de los activos en todo el mundo, incluida también la expectativa de crecimiento, que también se reajustó porque se entendió que no era sostenible. Personalmente creo que estamos en una crisis de crecimiento de la economía mundial que se trasladó a los mercados financieros porque los cogió extraordinariamente endeudados, después de una época de tipos de interés muy bajos que había favorecido la expansión, sobre todo en bienes inmuebles.

Pero ¿dónde está el dinero de tanto cemento?

No lo sé. Alguien acumuló muchísimo dinero con la revalorización. El error estratégico fue que esa revalorización de los bienes inmuebles y del suelo que nos viene por la entrada del euro, es un bien que no debiera haber tenido una apropiación privada, porque nos pertenecía a todos. Todos hicimos el esfuerzo para entrar en el euro, hubo congelaciones salariales para controlar la inflación –que ya no nos acordamos– y no podía ser que se beneficiaran los que tenían en ese momento los bienes inmuebles. Tú no habías hecho nada para que de golpe un solar multiplique su valor por dos. Otra cosa es que hubieras descubierto, inventado algo, y que tengas éxito. Nadie te lo va discutir. Si hubiera ido acompañada de un impuesto especial sobre las plusvalías de los terrenos…

Al contrario, Aznar redujo las cesiones para aprovechamientos públicos que debían aportar los promotores del 15 al 10 por ciento.

Eso hubiera significado repartir esas plusvalías con los ayuntamientos. O, como digo, repartirlo para todos con algún tipo de impuesto especial sobre las plusvalías del suelo.

Y dedicarlas a otras cosas.

Si se hubieran hecho menos casas y más hoteles, por ejemplo, ahora la gente que vino a trabajar en la construcción podría hacerlo en esos hoteles.

Y ahora ¿qué se puede hacer?

Lo primero es procurar que no se nos encarezca la financiación. Si todo lo que tenemos que refinanciar nos cuesta un punto de interés más caro, cualquier ahorro obtenido de los funcionarios se nos va en una tarde. Tenemos tanta deuda que hay que hacer lo imposible para que ese punto no suba. Y dos, tenemos que producir más y procurar que esa producción salga fuera. La devaluación del euro ayuda a que España pueda exportar fuera de la zona europea, a los países que más crecen. Sin olvidar que tendremos que asimilar una cantidad de deuda tremenda y que eso requerirá mucho ahorro interno y, por tanto, tendremos que reducir nuestros consumos en España. Va a ser un hecho, porque tenemos que pagar deudas. Pero no confundir con producir menos.

O sea ser más chinos...

Efectivamente. Hemos sido al revés. El consumo crecía al 5%y la producción al 3, eso es endeudamiento.

Vale. Pero ahora los recortes empiezan por los funcionarios de los que dependen los servicios sociales. En casi toda Europa se dedica mayor porcentaje del PIB al gasto social, y hay más funcionarios por habitante. ¿Qué te parecen lasmedidas del gobierno?

Sí, en términos relativos hay más. El error para mí no son las medidas que se han puesto en marcha, que son imprescindibles, sino que quizá hubiera sido deseable que se hubieran presentado como parte de un paquete pensado y que se pudiera defender con criterios de eficacia y de la mayor equidad posible. Esta segunda parte es la que echo en falta. No es lomismo decir que vas a congelar los salarios de los funcionarios o que, al mismo tiempo, vas a implantar el impuesto sobre el patrimonio u otras medidas equitativas en el reparto de los costes del ajuste. Incluso la gente cuando le das todo el paquete lo puede interpretar en un sentido positivo: parece que ya tenemos una actuación coherente, toca ya, todos detrás de esto... Si no, el mensaje no tranquiliza a nadie.

Y para terminar: la recuperación económica no puede ser más de lo mismo, volver al ladrillo.

La lección que hemos sacado es que los activos reales, incluidos los bienes inmuebles y la vivienda, pueden bajar de precio. Y por otro lado, si estamos en una crisis de crecimiento el mundo tiene que discutir qué hacer con la crisis de recursos y la crisis ecológica. La cuestión es cómo repartimos los costes del ajuste hasta que venga la próxima revolución tecnológica (probablemente alrededor de la energía y el control de los daños medioambientales) y se recupere la senda de crecimiento en la economía mundial. Sin olvidar el gran debate sobre cómo debe ser el sistema financiero del futuro, a qué controles se le va a someter y cómo se va a regular en un mundo global.

¿Y tendremos más médicos y maestros públicos como en Europa?

La dimensión y composición del sector público de un país es una decisión política además de económica y de eficacia en la utilización de los recursos. El ejemplo de los países escandinavos demuestra que más peso del sector público en la economía no significa menos desarrollo económico.

*Entrevista publicada en el nº 88 de la revista La Calle de Todos

El sueño americano ¿Capitalista?