Las elecciones europeas de junio de 2009 fueron ya un avance de este termómetro político. Pero los analistas subrayaban que había que ser precavido porque se trataba de comicios con alta abstención y considerados secundarios.
Sin embargo, las elecciones generales han ido confirmando la tendencia. En estos tres años se han celebrado ya en 20 de los 27 países de la UE y, salvo excepciones con dinámica propia, el giro a la derecha se ha asentado.
La socialdemocracia, que muy mayoritariamente abrazó políticas económicas ortodoxas, ha encadenado récords negativos, algunos en sus feudos tradicionales: en Dinamarca, Austria, Luxemburgo y Alemania obtuvo el peor resultado desde la II Guerra Mundial. En Reino Unido y Holanda, el segundo peor. Y eso sin contar que los peores mazazos de este ciclo electoral los han recibido otros socialdemócratas: en Hungría (cayeron 24 puntos) y en Bulgaria (retrocedieron 13).
El resultado de la derecha tradicional ha sido desigual, aunque al alza. Pero en términos de poder, ha conquistado las plazas clave: las locomotoras de la UE. Ya tenía Francia, ha recuperado Reino Unido y ha clarificado Alemania.
Y, sobre todo, se ha endurecido ante la nueva competencia a su derecha: los conservadores británicos han fundado una internacional a la derecha del PP Europeo, el sector más vinculado a la mano dura crece en Portugal (CDS-PP), el Fidesz obtuvo una victoria aplastante en Hungría agitando el euroescepticismo...
Presión creciente
La presión creciente a su derecha en variantes muy diversas: populismo de derechas, derecha extrema, extrema derecha es quizá el elemento más definitorio del ciclo. En ocho países han logrado el mejor resultado desde la II Guerra Mundial: Austria (suma el 28,2%, repartidos en dos partidos), Hungría (16,6%, con un crecimiento del 700%), Holanda (15,5%, casi el triple de lo que tenía), Dinamarca (13,9%), Lituania (12,68%), Bulgaria (9,4%), Grecia (5,63%) e incluso Reino Unido, donde pese a seguir como extraparlamentarios la suma del racista BNP y el populista UKIP alcanzó el 5%.
El salto no es sólo cuantitativo. En dos países de sólida tradición democrática como Dinamarca y Holanda, los respectivos gobiernos conservadores dependen de los ultras en el Parlamento. Y la mancha se extiende: la ultraderecha sólo sigue por debajo del 1% en Irlanda, España, Portugal y Malta, aunque ello no necesariamente indica que queden fuera de la tendencia.
"Creo que la opinión pública en España no es tan diferente de la de los otros países; lo que sucede es que el partido conservador [PP] intenta atraerse estos votos", opina Marcel Lubbers, investigador de la Universidad de Utrecht y uno de los mayores expertos europeos en extrema derecha.
"En todos los países de la UE la extrema derecha tiene posibilidades de éxito. En todos hay cantidades importantes de gente que se siente amenazada por los inmigrantes, su cultura distinta, el islam o la integración europea", opina. Y añade: "Todo ello amenaza la idea uniforme de identidad nacional".
Aunque Lubbers subraya que la clave reside en la cuestión identitaria, la severa crisis económica se convierte en el caladero ideal para la expansión de la derecha extrema en todas sus variantes, como subraya Sami Naïr, politólogo de la Universidad de París VIII y ex eurodiputado socialista: "Estamos en un campo de ruinas y con la izquierda completamente desorientada. Ello abre la vía para las aventuras y cualquier demagogo puede aprovecharse de estos problemas".
Naïr traza angustiosos paralelismos con páginas terribles de la historia: "Lo vimos en 1923 en Italia y en los años treinta en el resto de Europa: la ausencia de política de izquierda en un contexto de crisis lleva al auge de la extrema derecha".
El prestigioso analista no oculta su temor: "Ya lo vemos por todos lados: racismo, repliegue identitario... Por la historia, conocemos la situación. Y nos puede llevar al abismo".
Josep Fontana, catedrático emérito de Historia de la Universidad Pompeu Fabra, cree que la gran diferencia con los años treinta es la falta de alternativas en la izquierda que parezcan viables: "Contra la economía de planificación centralizada no se podía luchar con las recetas del mismo sistema que había engendrado la crisis, de manera que el miedo a la alternativa, con sus consecuencias políticas y económicas, permitió que fórmulas más radicales, como las del fascismo, encontrasen un apoyo más amplio".
"Reforzar el miedo"
"Ahora", explica el catedrático, "la función de la extrema derecha es más bien la de aumentar el miedo al futuro y reforzar, con ello, las posibilidades de la derecha conservadora".
A Fontana no le sorprende que la crisis por los desmanes del neoliberalismo haya derivado paradójicamente en un giro a la derecha. Primero, porque "la crisis económica ha significado un fracaso para aquellos gobiernos de matiz socialdemócrata que se habían ofrecido a gestionar mejor una economía neoliberal" y que ahora se han quedado sin "recetario".
Y segundo: "El malestar por la situación a la que se ha llegado y, sobre todo, el miedo a un futuro aún peor, es lo que asegura tradicionalmente el voto a la derecha conservadora, que es la que suele salir beneficiada de estas situaciones".
El historiador Xavier Casals, que monitorea la evolución de la extrema derecha mundial en su blog (xaviercasals.wordpress.com), advierte de que el fenómeno es muy moderno: "No es el retorno del fascismo, sino que se trata de fenómenos emergentes". Y, en su opinión, lo que sucede es de fondo y, por tanto, importante: "Estos partidos no son la causa de la crisis del sistema democrático. Son su consecuencia".
El giro más brutal de toda Europa
Victoria socialista
En abril de 2006, el Partido Socialista Húngaro (MSZP) arrolla con el 43,2% de los votos, el mejor resultado de su historia. Tras ganar, anuncia sin embargo un plan radical de recorte del gasto público y se pone en manos del Fondo Monetario Internacional.
Movilización derechista
La derecha se moviliza en la calle desde el primer día de la legislatura, tanto su versión liberal-populista (Fidesz, socio del PP), como la nueva extrema derecha (Jobbik), que crea una unidad de estética paramilitar (ver foto superior) que desfila incluso tras su prohibición, en 2009. Ese año cae el primer ministro y se forma un Gobierno técnico tutelado por el FMI.
Éxito de las derechas
En abril de 2010, los socialdemócratas se desploman (pasan del 43,2% al 19,3%), Fidesz sube 10 puntos (hasta el 52,7%) y Jobbik pasa del 2,2% al 16,6%. El nuevo Gobierno de Fidesz pone fin al acuerdo con el FMI y rechaza nuevos recortes.
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