Los cronistas de lo que suele llamarse el pensamiento único intentan hacerse los discretos en Francia desde 2005, cuando la bofetada de las urnas con el no a la Constitución Europea los dejó en ridículo. Al principio de la actual crisis de las pensiones, apoyaron el movimiento al pensar que serviría para desgastar al presidente Nicolas Sarkozy. Pero ayer, al ver que la tierra francesa tiembla de verdad, volvieron a cargar contra lo que llaman "los radicales".
Laurent Joffrin, director del centroizquierdista Libération, sugirió que los sindicatos deben detener las protestas. Ante una supuesta "angustia del movimiento sindical", denunció la existencia de "radicales", "contestatarios de abajo"; es decir, de clase humilde.
"Una parte de la base, bachilleres en cólera, ciertas organizaciones de la CGT [sindicato que lidera las actuales protestas], militantes radicales diseminados pero activos afirma Joffrin son una oposición popular hostil a toda lógica de gestión". Y concluye: "En ese caso, entraríamos en una fase dolorosa".
Algunos comentaristas de la izquierda, preocupados por la magnitud del conflicto, tratan de encontrar divisiones entre los sindicatos y en cada uno de ellos. También parecen descontentos de que la gente humilde sea punta de lanza, con apoyo de la opinión pública, según los sondeos.
Cierto es que Libération, cuyo accionista de referencia es el aristocrático banquero francés Edouard de Rotschild, ha publicado reportajes donde sostiene que esos "contestatarios de abajo" sólo sirven para votar a Le Pen y participar en la intentona neoconservadora de Sarkozy.
Así, una curiosa unanimidad empezaba ayer a formarse desde los medios de derecha dura hasta el centroizquierda. Con dos excepciones. Le Monde todavía no se ha posicionado respecto a la continuación del movimiento. Y, por supuesto, L'Humanité, ex órgano del Partido Comunista Francés y hoy "diario de los movimientos sociales", sigue defendiendo la revuelta. "La huelga general indefinida va cobrando forma. Ferroviarios, petróleo y bachilleres dan un nuevo impulso", escribió en sus páginas Olivier Besancenot, líder del Nuevo Partido Anticapitalista.
En la radio pública, la huelga permite a los pinchadiscos escribir auténticos editoriales en mensajes codificados para los consejeros de Sarkozy que escuchan. El sábado por la mañana, hubo tres canciones seguidas. La primera era la célebre Suicide is Painless (El suicidio es indoloro), la segunda era ¡Bruselas, espérame!, la canción que dice "Bruselas, llegaré pronto, como siempre hago en cuanto París me traiciona". La tercera era más difícil de entender: un gitano italiano con voz gangosa cantaba y gritaba contento.
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